La escasez de materias primas durante la Segunda Guerra Mundial supone un enorme desafío para los ingenieros de JURA. Deben montar los productos de manera que, en parte, se puedan fabricar a partir de piezas metálicas de otras empresas y así aprenden a gestionar las materias primas existentes de manera óptima. El trato responsable y cuidadoso de los recursos valiosos se incorpora al ADN de la empresa.
Las restricciones de importación aumentan la demanda del producto nacional. Esta circunstancia permite a la empresa seguir creciendo. Mientras que JURA contaba con unos 80 empleados al inicio de la guerra, al final de la misma había ampliado su plantilla hasta los 400 empleados. Debido al racionamiento del gas, las cocinas eléctricas están más buscadas que nunca y JURA las fabrica en enormes cantidades.
La nueva ola de optimismo de finales de la década relanza la creatividad. Como estreno mundial, JURA lanza la primera plancha con regulador que permite adaptar la temperatura al tipo textil con gran precisión.